A las 8,4 horas del día 14 de octubre, recibí una llamada de Emiliano Puértolas (miembro, como yo y Toni, de la Tertulia Cinematográfica Perdiguer)en la que informaba del fallecimiento de Alberto Sánchez. No voy a abundar en el tema de la impresión que me produjo. De hecho estuve todo el día como anonadado y tambien pasé la noche sin dormir, viendo viejos musicales de la Metro (Take me out to the ball game, Busby Berkeley 1949 y The gang's all here, tambien de Berkeley 1943). De hecho tanto Emiliano, como Alberto y yo mismo siempre pensamos que un buen antídoto para la tristeza era el musical americano de su más gloriosa etapa. No sirvió de mucho, pero ver bailar a Gene Kelly, cantar a Frank Sinatra, pavonearse a la inefable Carmen Miranda con sus sombreros de frutas e incluso nadar a Esther Williams, consiguieron arrancarme alguna que otra sonrisa. Y es que Alberto, Emiliano y yo nos conocíamos de más de cuarenta años. Una relación que empezó con el cine y, con el paso de los años, devino en una amistad entrañable. Antes de que Alberto tuviese conocimiento de su enfermedad (aunque ya tenía molestias), la Tertulia Perdiguer le homenajeó a instancias de Toni Alarcón y mías. Más tarde, cuando ya se supo cual era su enfermedad y que esperanza de vida le quedaba, estos eventos se multiplicaron. Hoy todo esto me resulta algo oportunista, pero aquellos que los llevaron a cabo tuvieron siempre las mejores intenciones y Alberto disfrutaba porque nunca le faltaron ni el humor, ni la alegría de vivir, ni - lo que es más importante - una fuerza admirable para apurar sus últimos días sin tirar la toalla.
En mi casa, o en restaurantes, se planeaban cenas a las que Alberto siempre acudía y nos daba su habitual lección magistral sobre gastronomía y vinos. ¡¡Había que tomar una ignota marca de blanco de Santorini en el restaurante griego "Carpanta"¡¡. Y a mi domicilio venía con su habitual botella de exquisito caldo que por supuesto era lo mejor del menú, ya que yo como cocinero jamás he superado una voluntariosa mediocridad. Y despues siempre llegaba no solo la hora de los recuerdos en la sobremesa, sino tambien temas actuales de cine, política, literatura...porque Alberto podía echar su cuarto a espadas en lo que fuere.
Recuerdo, eso sí, las películas con las que nos obsequiaba en el Saracosta (La Salle) o en el Gandaya. Películas jamás vistas en Zaragoza y en versión original subtitulada. Tenía marcada preferencia por el cine del Este europeo de los los sesenta. Películas de A.Wajda, J.Kawalerowicz, A.Munk, W.Has (polacos), M. Jancsó,I.Szabo, K.Makk, Z.Fabri (húngaros), E.Schorm, M.Forman, J.Nemec, K. Kachyna (checos). Pero tambien Luis Buñuel, Emilio Fernández, Francesco Rosi.... No terminaría nunca. De vez en cuando se jugaba el tipo con proyecciones “clandestinas” de “Viridiana” o “El acorazado Potemkin”.
¿Y que más?. Una inagotable capacidad para ser, como le han denominado, el “agitador cultural” de Zaragoza por excelencia. Un lujo su persona, un flujo que no tenía fin su cultura. La pérdida de Alberto para Zaragoza, Aragón y España entera es de proporciones inconmensurables. Y para mí, cuanto dolor ahora y para el resto de mis días que no serán muchos porque uno está metido en años y tiene la costumbre de cuidarse poco o nada. La vida de Alberto fue corta pero plena y me voy a permitir cerrar este escrito con unos textos que creo adecuados a mi sentir y al de otros muchos.
“No tenemos que sentir pesar por él; solo por nosotros que le hemos perdido. El es completamente irreemplazable. Nunca habrá otro igual”
Palabras con las que finalizó John Huston su discurso en el funeral de Humphrey Bogart
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas
compañero del alma, compañero.
Versos finales de la “Elegía a Ramón Sijé”, Miguel Hernández.
Luis Betrán Colás