Blog creado en memoria de Alberto Sánchez Millán, Presidente de la R.S.F.Z. (17/02/2007-06/10/2009)

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Fotografia de Alberto Rodrigálvarez

miércoles

Publicado en el BOLETIN nº 157 del ATENEO DE ZARAGOZA

ALBERTO SÁNCHEZ (1943 - 2009).*

Zaragozano de 1943 nacido en el número cuatro de la entonces General Franco -a un paso de Escolapios, tres pasos del Oasis y pocos metros de San Pablo-, Alberto Sánchez Millán sentía la atracción del barrio del Gancho por el que gustaba adentrarse y pasear recordando sus años de mini parroquiano. Tiempos en los que nos educábamos en sus calles donde lo más peligroso era el tranvía, y eso que no podía salirse de las vías. Le gustaba hablar de los juegos y vivencias callejeras. En aquella parte de Zaragoza, como en otras de la época, existían dos culturas: la de la escuela y la de la calle. Alberto iniciaría su formación en esas aulas populares hasta llegar a ser la enciclopedia que hemos tenido la suerte de conocer y disfrutar.

Tres días antes de su muerte ocurrida el martes 6 de octubre, daba su charla mensual en el Ateneo tras la proyección de «Los jueves, milagro». Serían las últimas imágenes que vería. Las primeras, desde la cuna, cuando en días de sol se proyectaban en la pared del cuarto las siluetas de la gente que transitaba por la calle.

El cine fue su constante. De chico acudía a los cines de barrio -al vecino Monumental sobre todos- y ya dibujaba y argumentaba películas. Proyectó desde cabinas modestas pasando a ser desde muy joven personaje esencial en los cineclubes: miembro activo del Cine Mundo y Saracosta, fundador de La Salle y Gandaya, presidente de la Federación de Cineclubes y vicepresidente de la Española. Compaginó estas y otras actividades con la colaboración en los medios de comunicación, programando películas y con la crítica de cine en prensa y radio. Como escritor, cientos de artículos y algunos libros: «El cine aragonés», «Carlos Saura», «Chaplín». Dirigió la serie de TVE «Los aragoneses en el cine». Junto a Julio, su hermano del alma, realizaría importantes trabajos en el cine independiente con documentales de éxito: «Forment en Aragón», «Pablo Serrano», «Radio Juventud de Zaragoza», «La persecución»... Siempre estaba dispuesto a participar en jurados de certámenes nacionales, lo mismo que a formar parte de las Jornadas cinematográficas aragonesas no fallando nunca al Festival de Cine de Huesca de cuya comisión era directivo. Todavía le quedaba tiempo para llevar la sección de Cine e Imagen del Ateneo, participar en la Tertulia Perdiguer e impartir conferencias, asistir a las sesiones de la Filmoteca y charlar sobre cine con los amigos. Desde Ibercaja sería el responsable durante muchos años de los proyectos de la entidad, tales como «Una mirada al cine español» y «El texto iluminado», y ciclos retrospectivos del cine español. No es completa esta croniquilla a vuela memoria, pero vale por ahora.

Alberto Sánchez, amable e ingenioso, ha sido incansable en divulgar la cultura generosamente. Otra porción que bien cultivó era la fotografía, maestro en la misma pero, además, animador de concursos y exposiciones; un ejemplo es «Los Coyne, 100 años de fotografía» con un excelente libro catálogo. Hasta su último momento presidía la Real Sociedad Fotográfica de Zaragoza. Su gran afición por los libros -contaba con amplia y excelente biblioteca le llevaron a formar parte activa de la Tertulia Latasa y de «Amigos del libro». Bibliófilo, pues, y además crítico gastronómico, y coleccionista y apasionado por la música ...

Hace algunos años, con motivo de organizar una de las Peregrinaciones civiles del Ateneo cuyo centro sería Crivillén donde se homenajearía a Pablo Serrano, invité a Alberto Sánchez a escribir un artículo sobre el genial artista con quien había tenido una entrañable amistad. Por circunstancias, se hubo de peregrinar a otros lugares y el puntual trabajo de Alberto no vio la luz. Yo lo guardaba para cuando, por fin, homenajeásemos a Pablo Serrano en su pueblo. Todavía no ha llegado la ocasión, y ahora es el momento de darlo a conocer para saldar mi deuda personal con Alberto, además de para pedir que aquella fallida Peregrinación sea el año próximo para conmemorar los cien años de su nacimiento y los veinticinco de su muerte (26.XI.85).

LUIS GARCÍA CAMAÑES
Director y redactor Jefe


* Texto integro publicado en el BOLETIN del ATENEO DE ZARAGOZA nº 157, página 1 y 2, en Noviembre de 2009.



PABLO SERRANO, TUROLENSE. ** 

Al atardecer, cuando el viajero recorre los caminos del Bajo Aragón, contemplando sus hermosos y variados paisajes, cuando los últimos rayos de sol los convierte en pinturas rojizas naturales, el buen observador siente curiosidad por la presencia de grandes rocas, grandes moles que han caído desde la altura de las montañas y las colinas, rodando por sus laderas hasta partirse en dos, dividiéndose en fragmentos cuya unidad se convierte en una necesidad, como si ambos volúmenes se necesitasen y al mismo tiempo se ofreciesen a los ojos del espectador como un capricho artístico de la Naturaleza.

En medio de ese paisaje, en Crivillén, nació el que más tarde sería el escultor Pablo Serrano ¿Fue contemplando aquellos volúmenes como surgió su pasión por la escultura? Es posible, junto a otras influencias ambientales como la de contemplar cómo retorcían hierros en la herrería de su pueblo, o las piedras talladas y trabajadas que el pasado había dejado plasmadas en el granito de tantas iglesias y edificios de las localidades y ciudades cercanas.

Es difícil decidir cuándo se inician realmente los planteamientos creativos de un artista, tanto en sus formas como en sus contenidos. Una cosa es cierta: que la escultura de Pablo Serrano se ha desarrollado desde unas preocupaciones estéticas y espaciales que pronto se enriquecieron de humanismo y de ideas filosóficas basadas en la ambivalencia entre la materia y el espíritu, desde la inquietud de poner en orden unos materiales sacándolos del caos, eliminando todo lo superfluo, hasta dejarlo a veces en un simple apunte espacial; desde la contemplación de las tumbas antropomórficas en las que los cuerpos han dejado su presencia hasta la necesidad de plasmar en el bronce las contradicciones del ser humano, los enfrentamientos de su vida interior con la brillante y permanente presencia del espíritu; la contraposición con lo externo, con lo terreno; la lucha entre la presencia y la ausencia, entre el cuerpo y el alma.

¡La obra de Pablo Serrano se ha mantenido siempre en una constante reflexión por los  problemas ideológicos político y sociales, que el ser humano tiene en el mundo actual, postura enriquecida mediante profundas exposiciones de ideas personales a través de numerosos escritos y manifiestos.

Desde su aprendizaje en Barcelona (destino de tantos aragoneses, el de la emigración), su larga estancia en Uruguay (1935) y otros países americanos, su participación en el Grupo «El Paso» (1957), y su vuelta a Europa, el arte de Pablo Serrano se ha ido desarrollando en diversas etapas, cada una con su propio sentido y significación pero coherente en su continuidad.

Tras un largo primer período aparecieron sus «hierros» como necesidad de ordenar el caos, el «Drama del Objeto» y la «Quema del Objeto»

1(1957), buscando su presencia después de la destrucción; los «Ritmos en el Espacio» (1959), en donde la materia casi no existe; las «Bóvedas para el hombre» y los «Hombres bóveda».

(1960-1963), en donde deja su huella y plasma el refugio del ser humano en su propia cueva. Sus «lumínicas» descubrirían la presencia de la luz y del espíritu; los «Hombres con Puerta» que I mostraban su interior y las «Unidades Yunta»

(1966-1973)... En medio, algunos paréntesis como «Los Fajaditos», entrañable muestrario de personajes víctimas de su condición y de su situación; o su interpretación de personajes a través del retrato. Hasta llegar al «Pan necesario», para compartir, su homenaje a Gaya y a Picasso, a las guitarras y al cubismo.

Pablo Serrano ha sido un ejemplo de trabajador del arte, consciente de que su trabajo era además un compromiso con el espacio y con la materia, por un lado, y con la Humanidad por otro. Su grandiosa obra de «La Piedad» es compendio y expresión única que por sí sola lo justificaría en los primeros puestos de la escultura en el mundo del Arte contemporáneo. Su vida, compartida con Juana Francés, fue también una demostración permanente de amor y amistad de relación con sus raíces, con su tierra. Nunca negó sus orígenes desde la distancia.

En una ocasión, el poeta y guionista Julio Alejandro dijo que ser aragonés lejos de Aragón, significa ante todo esforzarse por ser hombre de bien. Esta definición sirve también para Pablo Serrano, siempre humano, siempre preocupado por tantos y tantos males que aquejan el mundo actual. Siempre dispuesto a compartir su pan y su amistad.

En esa idea murió el 26 de noviembre de 1985, una fecha demasiado reciente todavía, demasiado triste para todos los que tuvimos la suerte de conocerle.

En un momento en el que ya parece resuelto el problema de los intereses políticos y económicos para que se convierta en realidad el Museo-fundación que ha de llevar su nombre, es un acierto que el Ateneo de Zaragoza le haya incluido en su peregrinación cultural anual por las tierras de Aragón, ofreciéndole ese sencillo homenaje que supone parar unos minutos en la tierra que lo vio nacer.

ALBERTO SÁNCHEZ MILLÁN

** Texto de Alberto Sánchez sobre Pablo Serrano publicado en el BOLETIN del ATENEO DE ZARAGOZA nº 157, página 2 y 3, en Noviembre de 2009.

ALBERTO ***

A las 8,45 horas del día 14 de octubre recibí una llamada de un compañero de la Tertulia Cinematográfica Perdiguer en la que me informaba del fallecimiento de Alberto Sánchez. No vaya abundar en el tema de la impresión que me produjo. De hecho estuve todo el día como anonadado y también pasé la noche sin dormir, viendo viejos musicales de la Metro y de la Fox (Take me out to the ball game, Busby Berkeley 1949 y "All the gang's here" tambien de Berkeley 1943). De hecho tanto Alberto como yo siempre pensamos que un buen antídoto para la tristeza era el musical americano de su más gloriosa etapa. No sirvió de mucho, pero ver bailar a Gene Kelly, cantar a Frank Sinatra, pavonearse a la inefable Carmen Miranda con sus sombreros de frutas e incluso nadar a Esther Williams, consiguieron arrancarme alguna que otra sonrisa.

Y es que Alberto y yo nos conocíamos hace más de cuarenta años. Una relación que empezó con el cine y, con el paso de los años, devino en una amistad entrañable. Antes de que Alberto tuviese conocimiento de su enfermedad (aunque ya tenía molestias), la Tertulia Perdiguer le homenajeó a instancias de Toni Alarcón y mía. Más tarde, cuando ya se supo cuál era su enfermedad y qué esperanza de vida le quedaba, estos eventos se multiplicaron. Hoy todo esto me resulta algo oportunista, pero aquellos que los llevaron a cabo tuvieron siempre las mejores intenciones y Alberto disfrutaba porque nunca le faltaron ni el humor, ni la alegría de vivir, ni -lo que es más importante- una fuerza admirable para apurar sus últimos días sin tirar la toalla.
En mi casa, o en restaurantes, se planeaban cenas a las que Alberto siempre acudía y nos daba su habitual lección magistral sobre gastronomía y vinos. ¡¡Había que tomar una ignota marca de blanco de Santorini en el restaurante griego ,Carpanta,!! y a mi domicilio venía con su habitual botella de exquisito caldo que por supuesto era lo mejor del menú, ya que yo como cocinero jamás he superado una voluntariosa mediocridad. Y después siempre llegaba no solo la hora de los recuerdos en la sobremesa, sino también temas actuales de cine, política, literatura, arte... porque Alberto podía echar su cuarto a espadas en lo que fuere.

Recuerdo, eso sí, las películas con las que nos obsequiaba (sobre todo en la década que va de mediados de los sesenta y primeros de los setenta) en 'sus' cine-clubs Saracosta y Gandaya. Películas jamás vistas en Zaragoza y proyectadas en versión original subtitulada. Tenía marcada preferencia por el cine del Este europeo de los sesenta. Películas de A. Wajda, J. Kawalerowicz, A. Munk, W. Has (polacos); M. Jancsó, I. Szabo, K. Makk, Z. Fabri (húngaros); E. Schorm, M. Forman, J. Nemec, K. Kachyna (checos). Pero también Luis Buñuel, Emilio Fernández, Francesco Rosi... No terminaría nunca. De vez en cuando se jugaba el tipo con proyecciones ,clandestinas, de Viridiana, o El acorazado Potemkin,.

¿Y qué más? Una inagotable capacidad para ser, como le han denominado, el ,más que animador cultural> de Zaragoza por excelencia. Un lujo su persona, un flujo que no tenía fin su cultura. La pérdida de Alberto para Aragón es de grandes proporciones. Y para mí; cuánto dolor ahora y para el resto de mis días porque uno comulga con aquella canción de Chabuca Granda: ´dicen que la distancia es el olvido pero yo no concibo esa razón´. La vida de Alberto fue corta pero plena y me voy a permitir cerrar este escrito con unos textos que creo adecuados a mi penar y al de otros muchos.

No tenemos que sentir pesar por él; solo por nosotros que le hemos perdido. Él es completamente irreemplazable. Nunca habrá otro igual. Palabras con las que finalizó John Huston su discurso en el funeral de Humphrey Bogart.

A las aladas almas de las rosas del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas compañero del alma, compañero.

Versos finales de la, Elegía a Ramón Sijé, de Miguel Hernández

LUIS BELTRÁN COLÁS.
 
*** Texto integro publicado en el BOLETIN del ATENEO DE ZARAGOZA nº 157, página 4, en Noviembre de 2009.